Benito Romero
Coordinador del área de Infancia y Juventud en Paz y Bien desde 1998 a 2024.
Llegó a Paz y Bien recién titulado en Psicología en el año 1983. Comenzó a desarrollar su carrera con adultos con discapacidad, pero el destino le brindó la oportunidad de coordinar los servicios para los niños y niñas del sistema de protección. En esa tarea, que se convirtió en un propósito de vida, ha cumplido con casi 40 años de entrega a la entidad de la que se lleva a grandes personas con las que ha compartido esta aventura.
¿Cómo era la vida en Paz y Bien cuando usted llegó?
Había más chavales que personal que pudiéramos atenderlos. Recuerdo compañeros como Manolo Romero, que llevaba un taller de 40 personas. Era una barbaridad poder atenderlos y había que buscar unos recursos personales. Recuerdo aquello como que los chavales disfrutaban muchísimo, pues para ellos y ellas era una liberación porque estaban conociendo un mundo completamente nuevo. La mayoría de los chavales venían muy gratamente a participar hasta allí, porque se les trataba de otra manera, estaban viendo otra cosa. Era un ambiente muy familiar y donde todos nos conocíamos, por supuesto, pero conocíamos la familia, la vida de cada uno y demás. Esto nos facilitó mucho poder entrar en la vida de la familia y, a través de los consejos que les dábamos, muchas familias mejoraron la atención de las personas con discapacidad. Había una cocinera maravillosa que hacía las comidas con los ayudantes que había allí, todo el mundo ayudaba, incluso chavales que tuvieran mayor capacidad en la cocina y en la limpieza. Todos aportábamos y ellos también nos enseñaban a vivir. Para mí también significa una evolución y sí, éramos personas con cierta sensibilidad y nos implicábamos con ellos tanto en el ocio como en las colonias de verano, en todo. La implicación es lo que te hace posicionarte ante la persona con discapacidad y que la persona con discapacidad crea en ti y se fíe de ti, porque tú estás metido hasta las cejas.
¿Cómo eran los servicios que se prestaban en aquellos años?
Los primeros años dimos un avance en la atención a personas con discapacidad. Hablamos prácticamente de la prehistoria de la discapacidad, cuando el movimiento asociativo empieza a moverse, a ser fuerte, a luchar por los derechos y no por la caridad. Todos los servicios que tenemos a día de hoy los ha conseguido el movimiento asociativo.
¿Se estaba creando un sistema, no?
Claro. Luego vinieron los movimientos sociales europeos, donde Andalucía era una región preferente, y Paz y Bien supo aprovecharlo. Europa destinaba mucho dinero a que las regiones preferentes como Andalucía activaran los recursos sociales, mejoraran la calidad de vida de las personas y empezamos a viajar un poquito por Europa y a ver otras cosas. Aprendimos que había muchas cosas que podíamos sacar, pero que nosotros no estábamos tan atrasados. Seguramente teníamos una idea mucho más avanzada, lo que no teníamos eran los medios. Entonces traemos ideas, incluso esas ideas que traemos de Europa, a través de Pepa Romero, se transmiten a la asociación, porque habíamos basado en el crecimiento y el desarrollo de la persona con discapacidad en el trabajo. Entendíamos que ser trabajador y obtener algo empodera y lo hace más persona. Pero eso no es todo, pues había que enseñar otra serie de cosas y que la persona tuviera ocio.Entonces, desde Europa nos traemos otra formación para las personas, cosa que trabaja la asociación, con todos y cada uno de los empleados de la entidad. Empezamos a dar una formación integral a las personas usuarias en todas sus áreas: comunicación, información, sexualidad, ocio… Fue un salto cualitativo y cuantitativo en la atención con las personas, cosa que posteriormente hablamos de los talleres psicofísicos, de talleres de la educación integral, palabras que años posteriores empieza a manejar la administración.
¿Cómo fue creciendo la entidad a partir de ese momento?
Es verdad que la asociación en todas sus facetas ha ido abriendo el mundo en función de las necesidades de las personas. No hemos inventado el servicio, sino que en función de la necesidad se abre la primera residencia.
La administración empieza a incorporarse en el sistema de atención social y empieza a concertar las plazas. Entonces había que evaluar a todas las personas, tener unos grados y, en función de eso, la administración empieza a hacerse cargo un poco del coste de las plazas en residencias y servicios ocupacionales.
¿Cómo continúa esa evolución en la década de los 90?
Fue una evolución muy importante en todo el sector de la discapacidad y los mayores logros de la asociación. Con la donación de la finca San Buenaventura, la asociación empieza a ver otro sector y a atender y a ampliar los servicios. Además, hay una evolución tremenda en el sector, con los conciertos de servicio por parte de la Administración. Las leyes que hay hoy las ha redactado la Administración, pero siempre con la participación de las asociaciones y de las entidades que estaban implicadas. Se abre también ‘El Múrtigas’, en Galaroza, donde íbamos de colonias. Como siempre, la asociación detecta necesidades en el sector de la sierra, donde había una dispersión geográfica tremenda. Y la Administración empieza a tomar conciencia de que Paz y Bien es una entidad comprometida, es una entidad que el avance está siendo galopante, los servicios que está dando y el
número de personas que atiende.
¿Cómo se da el salto a la protección de menores?
Un delegado que visita la finca nos propone trabajar con menores de protección. La asociación es algo que no había hecho nunca y la verdad es que ante la Administración siempre hemos dado una respuesta positiva. Decidimos empezar con menores con discapacidad y abrimos nuestro primer centro de menores, allí en la finca.
Igualmente que en discapacidad, los servicios fueron creciendo en función de las necesidades que tenían los menores y ahí estaba la asociación para apostar por otra envergadura. Recuerdo años muy duros de inexperiencia, intentando hacer las cosas lo mejor posible. Así lo aprecia la Administración y, en un momento de necesidad de crecimiento en el sistema de protección, vamos abriendo en función de las necesidades y, de un servicio de menores con discapacidad, pasamos a un servicio de la primera acogida. De ahí empezamos a abrir los primeros residenciales básicos. La trayectoria ha sido la misma que en discapacidad, centrarnos en la persona, en sus necesidades, con la misma filosofía de trabajo y con la misma metodología, que es la que ha dado impulso a la asociación. La asociación cada vez toma más conciencia de que es un sector importantísimo, es un sector reivindicativo, que tenemos que mejorar y que es el futuro de nuestra sociedad. Si el Estado no invierte en nuestros menores, ¿en qué va a invertir?
¿Qué es lo que más le ha llenado de su trayectoria profesional?
Primero, para mí ha sido un crecimiento personal tremendo. Yo he aprendido a valorar la vida de otra manera, el reconocimiento de las personas con todas las necesidades, donde todos somos válidos de aportar. Yo he trabajado durante 20 años con personas con discapacidad, para las personas con discapacidad y, durante otros veintitantos, para los menores de protección y he aprendido a valorar que la naturaleza no entiende de justicia. Cuántos menores me han preguntado -¿por qué me ha tocado esa familia?-.
La labor de la asociación es que todas las personas, y más los menores, los niños, el ser más indefenso, tengan las mismas oportunidades y los mismos medios que todo el mundo. Eso creo que ha sido la valoración más importante.
La oportunidad que me ha dado la vida de poder desarrollarme profesional y personalmente aquí, en una asociación, es única. Ahora ha llegado mi tiempo de dejar paso a la gente joven y con ganas, pero para mí ha sido una felicidad importante, que ahora estoy viendo los resultados y que ahora la estoy saboreando.
He tenido compañeros psicólogos que han llegado a puestos importantes y a mí siempre me agradaba mucho la envidia que me tenían por yo trabajar en este sector, trabajar como quería, trabajar con las personas que quería y eso sí me ha alegrado mucho a la hora de participar de estas cosas.
¿Qué ha aportado Paz y Bien a Andalucía?
Pues Paz y Bien ha aportado una filosofía de trabajo y una metodología, una atención a las personas de exclusión social, de la que la Administración ha sido partícipe, donde hay personas técnicas, por supuesto, pero el conocimiento que tiene cualquier persona es el que está en el terreno de juego.
Paz y Bien ha contribuido a las nuevas leyes fundamentales, en discapacidad. La primera ley del menor del año 98, ya nos la encontramos nosotros hecha, pero, a través de nuestro trabajo y de otras entidades, hemos conseguido que se elabore una segunda Ley de Infancia y Adolescencia que no tiene nadie en España. La comunidad autónoma andaluza es la única que tiene dos leyes.
Y una sociedad sana se evalúa en función de los servicios sociales que da a sus ciudadanos. Esa es la que tiene crecimiento y en ello estamos. Paz y Bien en Andalucía ha contribuido muchísimo para eso.