La Asociación Paz y Bien quiere compartir con todos el escrito enviado por uno de los familiares que acudió el pasado sábado al encuentro de familia celebrado en Alcalá de Guadaíra.

 

CRÓNICA DE UNA CONVIVENCIA HUMANA

Texto: José Olivero Palomeque

(hermano de Rosa María Olivero Palomeque,

usuaria de la residencia de adultos Paz y Bien Santiponce)

Hacer el bien a nuestro alrededor con bondad y con amor es llevar la paz al corazón humano, sobre todo cuando las personas pueden sufrir o sufren exclusión o rechazo social o carecen de ese afecto y de ese calor humano tan necesario para vivir con dignidad. El bien y la paz, o cambiando los términos, Paz y Bien da forma a una asociación humana que trata de cumplir con esa tarea para llevar a personas con limitaciones o discapacidades y a menores tutelados procedentes del Centro de Menores esas atenciones y ese calor humano.

Hoy, 5 de Abril de 2014, he podido compartir un espacio de mi tiempo con personas que asumen responsabilidades en esta asociación y con familiares de los residentes y usuarios de los diferentes centros de que dispone Paz y Bien en la provincia de Sevilla. Ha sido una jornada que enfatizan como la primera que se celebra de esta manera, para llevar a las familias una amplia información sobre las actividades que realizan y, sobre todo, para hacer posible una cálida convivencia entre todos los integrantes de esta realidad humana: técnicos y responsables de las diferentes disciplinas, residentes, usuarios y familiares.

En un proyecto de estas magnitudes, que desarrollan en los diferentes centros que atienden tanto en las provincias de Sevilla y de Huelva como en Guatemala, y teniendo en cuenta las características de la población discapacitada que acogen, con necesidades de desarrollo laboral, terapéutico, asistencial y humano, son imprescindibles dos condiciones fundamentales: por un lado, como ya indicó la presidenta de la asociación en el acto de presentación de esta convivencia, el colectivo de personas que asume responsabilidades diversas en todas las disciplinas que definen las actividades de Paz y Bien. Además de su formación profesional y técnica, debe poseer un valor añadido, la calidad de sus actitudes humanas. Pero además, los residentes y usuarios que reciben los servicios de esta asociación también necesitan, como segunda condición, la presencia y la participación de su familia en la vida de los centros y en su manera de acoger y de estar cercano a su familiar discapacitado. De esta manera, las personas con discapacidad no pierden su relación personal y humana con los miembros de su familia, integrando y normalizando su convivencia con naturalidad.

Desde mi manera de ver la realidad de los seres humanos que, de alguna manera, definimos como discapacitados, quiero destacar una expresión que procede precisamente de un joven afectado por el Síndrome de Down, en una profunda reflexión reivindicativa:

No somos discapacitados, sólo tenemos capacidades diferentes.

Comparto íntegramente esta definición que hace posible respetar y valorar a estas personas como lo que realmente son: personas, seres humanos que quieren y deben vivir con la dignidad que todo ser humano reclama para sí. Y todos somos diferentes, sin exclusión alguna.

En esta jornada de convivencia hemos compartido muchas cosas que tienen que ver con valores humanos sencillos y naturales: una excelente acogida; una relación entre todas las personas allí presentes en un plano de igualdad; sincera espontaneidad en la manera de vincularse en las actividades lúdicas; el hecho de compartir la mesa con esa gastronomía tan diversa como generosa aportada por todos (familiares y centros), porque todo se puso en común; el conocimiento de una realidad representada por las instalaciones y dependencias agrícolas y ganaderas, trabajos realizados por los usuarios, jardines llenos de colorido; algo tan necesario en nuestro mundo personal y colectivo: afecto y simpatía que se respiraba en todos los espacios donde todos los presentes se comunicaban y compartían. En definitiva, se vivió una jornada en un entorno cargado de un clima de humanidad, posiblemente no consciente, pero sí real. Ha sido una experiencia que podemos afirmarla como de fiesta y de convivencia, por lo que considero logrado su objetivo.

Como epílogo de esta reflexión quiero destacar mi más sincera felicitación a los organizadores de este encuentro humano y a la excelente respuesta por parte de los familiares. Todos hemos podido compartir la alegría y la satisfacción de pertenecer a este movimiento tan cargado de humanidad. Solo hay que esperar que se potencie la continuidad de este espíritu y el compromiso de vernos y sentirnos integrados con entusiasmo y coherencia en los proyectos de Paz y Bien.