• José Rodríguez hablando por un megáfono
  • José Rodríguez con su hija con síndrmome de down
  • José Rodríguez con una bebé con síndrome de down
  • José Rodríguez con su hija con sñindrome de down vestida de flamenca, en la feria
  • José Rodríguez con su hija cuando era un bebé con síndrome de down

Texto de Rafael Pozo Bascón, fundador de Paz y Bien.

Es probable que muchos de vosotros no conocierais a José Rodríguez Rodríguez. Yo os contaré su historia. Su caso fue el de uno de esos luchadores anónimos que dejaron un mundo mejor del que encontraron. Un hombre normal y corriente, dedicado en cuerpo y alma a su trabajo y a su familia, pero con unos fuertes ideales y un tesón capaz de cambiar el mundo. En 1981 nació María José, su hija, su pequeña. Ella tenía síndrome de Down. El primer impacto fue fatal. Eran otros tiempos. Su trastorno genético se veía como un problema y casi como un estigma. Pero José, su esposa, y sus hijas mayores, al ver la dulce mirada de María José, entendieron que había llegado a la tierra una niña como cualquier otra niña. Tan llena de vida, tan inteligente y sonriente. Única, pero no diferente. De aquella mirada brotó un orgullo y unas fuerzas para luchar por la dignidad de María José, por su integración y sus garantías, como las de cualquier otro ser que llega al mundo.

Pasaron dos años cuando el matrimonio se planteó que María José acudiera, con naturalidad, a la guardería. No era lo habitual en aquellos entonces. Tan extraño que muchos allegados se lo tomaron a broma. “¿Cómo va a ir María José con el resto de los niños a clase?”, le decían, para quitarle las ganas. “No se va a enterar de nada”, repetían.

“Le van a dar de lado y para eso mejor que se quede en casa”. Eran las ideas que había antes. Pero José fue un adelantado a su tiempo. Empezó a hablar con otros padres con circunstancias similares y muy pronto decidieron montar una asociación, ASPANRI, para promover la inclusión socio-educativa de los niños y niñas con discapacidad en la escuela pública reivindicando sus derechos.

Sus reivindicaciones resultaban tan inauditas en aquella época que por todas partes recibían palmadas en la espalda pero no daban respuestas a sus peticiones. No sabían qué contestarles. En las instituciones, nadie se había planteado si quiera que ahí hubiera un problema. La asociación tenía muy claro que los niños con síndrome de Down tenían derecho a una educación normalizada y unos apoyos dentro de la estructura docente y no iban a consentir que sus hijos fuesen arrinconados, que fuesen alumnos de segunda.

Lo cierto y verdad es que la Delegación Provincial de Educación, ante el empuje y los argumentos de José Rodríguez y un pequeño grupo de compañeros, se vio obligada a programar acciones muy concretas. Él mismo pateó la provincia de Sevilla para convencer a la comunidad docente, empezando por los directores de colegio, de que sus reivindicaciones estaban totalmente contempladas en la Constitución Española. En el art.

27 dice que “todos tienen el derecho a la educación” y que “la enseñanza básica es obligatoria y gratuita”. Su proyecto de integración, con el visto bueno de la Delegación, estaba en camino y se iba a iniciar en el siguiente curso escolar. Ahora sólo quedaba abrirle los ojos a los centros educativos y a las familias con casos similares al suyo.

José mantuvo incansable su lucha hasta que en el año 1990 su hija María José, a los nueve años de edad, se nos fue. Para el matrimonio su pérdida supuso un golpe muy duro, del que nunca llegaron a recuperarse.

Podemos afirmar que su ejemplo de lucha y defensa de los derechos de las personas con síndrome de Down fue una inspiración  para muchas otras entidades. De forma totalmente altruista, fuera de su horario laboral, visitaba los municipios para reunirse con otros padres y discutir con todos aquellos profesionales que no creían en la integración y en las personas con Down. Un activista, un trabajador, un idealista.

Es un orgullo poder contemplar que la semilla que sembró José Rodríguez Rodríguez hoy está dando maravillosos frutos. Las personas con síndrome de Down están valoradas y reconocidas como él deseaba, son ciudadanas de pleno derecho. En el campo que él tan humildemente trabajó han nacido ahora grandes asociaciones que presumen de sus logros creando macroempresas más pendientes de los beneficios económicos que de los derechos. Y sin haber movido un dedo. Su ejemplo, tan apegado a la tierra, tan cercano, fue más auténtico y más difícil, en unos tiempos en los que el síndrome de Down era poco menos que un castigo de Dios.

Qué hermoso es poder decir “gracias, José” porque tú sí que creías de manera limpia y pura en el niño con síndrome de Down. Tú sí que luchaste sin intereses personales. Tu mensaje y tu lucha fueron intachables, respetuosas, transparentes. Gracias a personas como tú, hoy nos encontramos con una realidad maravillosa, sensibilizada, de futuro.

Hace unos días, José se reunió con su querida hija  María José. Aún lloro su marcha; pero no quiero que se me nuble su recuerdo. Todo lo que consiguió. Sus obras. Su esfuerzo. Queremos compartir este recuerdo con su esposa y sus hijas, que siempre estuvieron a su lado. Que se sientan orgullosas del patrimonio que nos deja a todos los que hemos tenido la suerte de ser sus compañeros de viajes y partícipes de sus luchas y fatigas en defensa de los derechos.

Gracias, Pepe. Un sentido abrazo y dale un beso a María José de nuestra parte.

Pie de foto: 01. Pepe fue en muchos momentos la voz que clamaba en el desierto, pero su fe profunda en lo que defendía, consiguió romper muros jamás sospechados. Su voz llegó a lo más profundo de nuestra sociedad y hoy podemos disfrutar de los derechos conseguidos para todas aquellas personas por las que se dejó la piel en el camino. 02, 03, 04 y 05.

Sobran palabras. Vemos a un padre lleno de emoción y de gozo compartiendo su tiempo con su hija.