Desirée BarreraEx tutelada y persona usuaria del Plan ‘Mayoría de Edad’.

Tu caso, Desirée, es un poco diferente al del resto de menores. Entraste en los centros de menores con casi 18 años. Cuéntanos tu experiencia en esa primera etapa.

Fue complicada, sobre todo por no saber si podría acceder o no al Plan de Mayoría de Edad, y en definitiva a una vivienda. Lo pasé muy mal, fueron meses sin contestación y sin saber si seguiría con Paz y Bien, que al fin y al cabo fueron los que siguieron mi acompañamiento siendo menor, y eso agobiaba bastante. FInalmente me dieron la noticia a falta de pocas semanas para cumplir la mayoría de edad y recuerdo que lo pasé muy mal, de noche llorando, intranquila…Ya me veía en la calle sin ahorros o volviendo con mis padres y lo que conllevaba.

Se puede decir entonces que tuviste “suerte”, aunque cuánta incertidumbre. ¿Es generalizada entre los menores de los centros?

Sí. Hay quien piensa que a la mayoría de edad tendrán más libertad sin la supervisión y acompañamiento de educadores, y otros que quieren volver con sus familiares, y en cuanto ven la oportunidad pues intentan volver con sus padres para intentar tener una familia y la relación que antes no tenían. Muchos con el tiempo se dan cuenta que perdieron la oportunidad de acceder a un piso
de mayoría. Y bueno, mi caso, es el de las personas que quieren aprovechar la oportunidad pero están hasta el último segundo sin saber si conseguirán plaza o no. Al fin y al cabo la situación, sea cual sea tu futuro, no es agradable, y se pasa mal ese tránsito.

Háblanos del “Plan de Mayoría”. ¿Qué ha supuesto para ti?

Fue un cambio muy importante por el hecho de pasar a los 18 años y, bueno, no digo sentirte adulta, pero sí que si haces algo la responsable eres tú. Yo iba con mucho miedo de no fallar, de hacer las cosas bien, de buscar un empleo, ahorrar dinero y poder seguir adelante. La verdad es que me han salido las cosas bien y puedo considerarme afortunada.

“Quien la sigue la consigue, y los sueños se consiguen sin importar tu pasado y de dónde vengas. Tenemos la oportunidad de decidir nuestras vidas y nuestro futuro”.

Después la convivencia pues es como en todas las casas. Yo hice un poco de “mamá”, era la que enseñaba al resto de compañeras a cocinar y otras tareas del hogar, aunque yo también aprendí muchas, por supuesto. En mi caso el cambio no fue tanto en la independencia como tal, porque ya estaba acostumbrada, sino en esa dependencia y presión para encontrar un trabajo. A los comienzos no encontraba empleo, se unió el cierre de la empresa donde estaba de prácticas y la crisis. Quería ahorrar dinero pero no podía. Y en este apartado laboral tengo que agradecer el acompañamiento y asesoramiento recibido por parte de los profesionales del programa, que me ayudaron mucho en temas que para mí eran, aunque no lo parezcan, complicados. Algo tan simple como echar un currículum a mí me daba vergüenza. Y como digo, recibí la ayuda de los educadores de Paz y Bien en este tema y otros muchos. Pero esta es la vida adulta, aunque un poco diferente al resto, por la celeridad de las cosas recién cumplidos los 18 años.

En vuestro caso ¿Los errores se pagan más caros?

Sí. En el caso del día a día intentas tener una convivencia lo mejor posible. Sabes que estás con personas en tu misma situación, con una trayectoria complicada, pero después cada una somos diferentes. Es verdad que mi experiencia en este sentido ha sido buena, no tengo quejas, incluso sigo quedando con mis compañeras y nos vemos de vez en cuando. Y en el apartado laboral, pues
igual, hay que estar al 100%, activa y no parar de moverte hasta conseguir tus objetivos.

Entiendo que te llevas una grata experiencia de este período de convivencia, pero ¿alguna vez has tenido problemas de integración y aceptación en otros entornos o grupos?

Creo que nuestro pasado y trayectoria no es algo que nos avergüence, o al menos a mí, pero tampoco es algo que contemos de manera efusiva porque por lo general la gente tiene a los centros de menores como si fueran “cárceles”. Ni yo conocía bien su funcionamiento hasta que entré y por eso quizás no accedí antes. Siempre ha estado la típica pregunta de alguien que no te conoce y comenta “¿Y vives sola con 18 años? ¡Qué guay!”, y claro, pues ya cuentas tu historia, incluso añades “ya me gustaría llegar y encontrarme la comida hecha, tener a unos padres que me apoyen en todo”, y un sinfín de cosas más. También en otros
núcleos de gente más mayor se sorprenden que una persona con 18 años tenga las ideas tan claras y la cabeza tan amueblada, pero nunca ha supuesto un problema de integración. Los típicos comentarios que pudieran haber por detrás, pero nada más allá.

¿Qué mensaje o consejo darías a personas que ahora están en la situación que tú estuviste?

Es difícil hacer entrar en razón a una persona cuando está en esa situación, pero poniendo ganas, empeño, y como se dice: “quien la sigue la consigue”. Y los sueños se consiguen sin importar de dónde vengas, quiénes sean tus padres. Ellos decidieron cómo tener sus vidas y vosotros tenéis la oportunidad de decidir la vuestra.